Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Juan 17:17.
Lunes.
La Oración de Jesús por Nosotros
En la noche antes de su crucifixión, Jesús hizo algo extraordinario: oró al Padre por sus discípulos. En Juan 17:17, pronunció estas palabras: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” Esta oración revela el profundo deseo de Jesús de que sus seguidores sean apartados para Dios y vivan conforme a su verdad.
Pero notemos algo. Jesús oraba constantemente. Espera… ¿Jesús el hijo de Dios oraba? Si, el oraba, no porque le faltara algo, sino porque, apesar de ser completamente Dios y completamente hombre; como hombre vivía en comunión y en una relacion cercana con el Padre y lo dejó comoun ejemplo para que lo sigamos. Su oración en Juan 17, conocida como la Oración Sacerdotal, nos muestra que la santificación no es una meta opcional en la vida cristiana, sino un propósito central del evangelio, y una necesidad para todos nosotros. Debemos ser santificados en El.
Debemos orar en todo momento, cuando hay necesidad y cuando hay abundancia ¿Por qué Jesús, siendo Dios, oró por sus discípulos? Este acto nos enseña dos realidades fundamentales:
Primero. Que la oración es esencial en la vida cristiana, y si el Hijo de Dios oró, cuanto más nosotros necesitamos orar, procurando la santificación porque es una necesidad. Necesitamos ser santificados porque Él es santo y demanda santidad.
Segundo. Que nuestra santificación no depende de nuestros propios esfuerzos, sino de la obra de Dios en nosotros a través de Su palabra y por medio de la oración, eso hace que la oración y la palabra sean indispensables para nuestro diario vivir.
En esta oración, Jesús no solo nos enseña a orar, sino que nos muestra su amor y su deseo de que vivamos en santidad.
¿Pero, porqué me piden que sea santo? ¿Porqué tantas exigencias de moralidad y de santidad, si vivo en un mundo caído y todos somos pecadores? La razón por la que se nos manda a ser santos no es porque sea fácil ni porque vivamos en un mundo ideal, sino porque Dios es santo. La santidad no es solo una opción para los cristianos; es el llamado supremo de nuestra vida. En 1 Pedro 1:16, se nos ordena: «Sed santos, porque yo soy santo.» Este mandato no está basado en nuestra capacidad, sino en el carácter mismo de Dios. La santidad de Dios es absoluta, pura y sin contaminación. Si hemos sido redimidos por Cristo, no podemos conformarnos con una vida de mediocridad moral, tratando mal nuestros compañeros, haciendo burlas despectivas, maltratandonos los unos a los otros y hasta levantando falsos testimonios con nuestros compañeros.
Algunos dicen: «Pero vivimos en un mundo caído. ¿Por qué Dios nos pide algo que parece imposible?» Esta es la clave: Dios no nos llama a la santidad para que la logremos en nuestras propias fuerzas, sino para que dependamos de Él.
Jesús oraba y decía: “Santifícalos”. Él debe hacerlo por nosotros; porque nosotros ni sabemos ni podemos lograrlo. Pidamos a Dios que nos santifique a través de Su palabra porque sabemos que ellas son la verdad.
Martes: ¿Qué Significa Ser Santificado?
La santificación significa ser apartado para Dios. En el Antiguo Testamento, los sacerdotes y los utensilios del templo eran santificados, es decir, consagrados exclusivamente para el servicio de Dios. Jesús ora para que sus discípulos sean santificados, no físicamente alejados del mundo, sino espiritualmente transformados para vivir en santidad en medio de este mundo caído.
Esto nos deja una pregunta clave: ¿cómo podemos vivir en el mundo sin ser como el mundo? Jesús no pidió que sus discípulos fueran quitados del mundo, sino que fueran guardados en la verdad. Esto significa que nuestra forma de pensar, actuar y tomar decisiones debe estar guiada por la Palabra de Dios y no por las influencias de la cultura que nos rodea.
Cuando somos jóvenes somos muy influenciables, ya sea por la presión de grupo, o por la cultura popular, y nuestra personalidad frágil se ve afectada por todo ese bombardeo constate de moda, música, arte y costumbres aprendidas y heredadas; donde como en las manadas de animales, si no hacemos lo que el resto espera que hagamos, entonces nos aislan y nos sacan de en medio de ellos porque somos “diferentes.”
La santificación, entonces, es el proceso de apartarnos del amor desordenado por las cosas temporales y crecer en nuestro amor por Dios.
Huye de las malas pasiones de la juventud y esmérate en seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los que invocan al Señor con un corazón limpio.
Huye de la cultura popular y enfocate en ser más como Jesús y en escudriñar sus palabras porque en ellas se encuentra la vida eterna y ellas dan testimonio de Jesús.
Huye de las presiones grupales y de la felicidad temporal y corre hacia lo que permanece para siempre. Su palabra. La verdad.
Miércoles: La Verdad Que Nos Transforma.
El patito feo
El patito feo es un cuento escrito por Hans Christian Andersen en 1843. Y creo que en algún momento todos hemos leído aunque sea un fragmento de esta historia en algun momento.
La historia trata sobre un patito que nace diferente a los demás de su familia. Desde el principio, es rechazado y burlado por los otros animales debido a su apariencia. Triste y solo, el patito emprende un viaje en el que sufre muchas dificultades y desprecios.
Pasado el tiempo, y en su peor momento cuando comienza a perder las plumas y a verse peor en apariencia era cuando iba a suceder el verdadero cambio en su vida y este cambio iba a mostrar quien ese “patito” realmente era y descubre que en realidad no era un patito, sino un hermoso cisne. Al final, es aceptado por otros cisnes y se da cuenta de quien realmente era.
El único medio para el darse cuenta de su verdadera identidad fue perder su plumaje y a la vez perder a quienes consideró sus amigos o familia.
En principio se sentía mal por no ser un pato (pues fue ahí donde el nació) y por no hacer lo que ellos hacían, de la forma en la que ellos lo hacían. Esta historia nos enseña sobre el rechazo, la verdadera identidad y la transformación, mostrando que el sufrimiento y el rechazo del mundo que lo rodeó lo llevó a conocer su verdadera identidad. Un Cisne.
Jesus dice: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:26
El significado de «aborrecer».
En la cultura judía, la palabra aborrecer no se usaba solo en el sentido de un odio emocional, sino como una manera de expresar preferencia. En este caso, «aborrecer» significa amar menos en comparación con otra cosa. Jesús está diciendo que nuestro amor y lealtad hacia Él deben ser tan grandes que, en comparación, nuestro amor por la familia y por nuestra propia vida parezca pequeño.
Preferir a Jesús significa ponerlo a Él y Su palabra por encima de todo en nuestra vida: nuestras relaciones, deseos, planes y hasta en nuestra propias convicciones. Es darle la máxima prioridad y hacer que Su voluntad guíe nuestras decisiones, incluso cuando eso implique sacrificios, como los que tuvo que hacer el patito feo, aislarse de los demás, porque en escencia no era como ellos; tenía algo diferente y por eso obtuvo rechazo.
En una ocasión le dijeron a Pedro: Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.Que nuestra manera de caminar y de actuar y de tratar a los demás sea como Su palabra ordena que sea.
Jesús no ora para que seamos santificados por cualquier medio, sino por la verdad. Pero, ¿qué es la verdad? Él mismo responde: “Tu palabra es verdad”. En un mundo donde la verdad parece relativa, donde cada persona crea su propia versión de la realidad, Jesús nos dirige a la única fuente infalible: la Palabra de Dios.
Es a través de la Escritura que conocemos quién es Dios, entendemos su voluntad y aprendemos a vivir de manera que le honre. Sin la verdad de Dios, es imposible ser santificados. No se trata solo de evitar el pecado, sino de ser transformados en nuestra mente y corazón para reflejar el carácter de Cristo aunque esto signifique el rechazo de los de nuestra especie.
Jueves: La Oración y Nuestra Santificación.
Jesús nos enseña que la santificación es una obra de Dios en nosotros. No es algo que logramos por nuestras propias fuerzas, sino el resultado de la acción del Espíritu Santo a través de su Palabra. Por eso, la oración juega un papel fundamental: es el medio por el cual dependemos de Dios para nuestra transformación.
Muchos jóvenes hoy en día solo oran cuando necesitan algo urgente, pero Jesús nos muestra que la oración es más que una petición ocasional. Es un medio de comunión con Dios y una manera de pedirle que nos haga más como Él. Si queremos crecer en santidad, nuestra oración debe ser como la de Jesús: que Dios nos santifique en su verdad.
Como hablabamos ayer, vivimos en una era donde la verdad ha sido relativizada. La cultura moderna proclama que cada persona puede definir su propia verdad, como si la realidad fuera un asunto de percepción individual y no de principios absolutos. Esta mentalidad ha llevado a la confusión moral y espiritual, donde lo que es correcto para uno puede ser incorrecto para otro, y donde la autoridad de la Palabra de Dios es constantemente cuestionada. Pero la relativización de la verdad no es un simple error intelectual; es una rebelión contra el Dios que ha revelado su verdad de manera objetiva e inmutable.
Jesús, en contraste con esta mentalidad, declaró con autoridad: «Tu palabra es verdad» (Juan 17:17). No dijo que la verdad es relativa ni que depende de nuestra interpretación, sino que la verdad es objetiva y está arraigada en la Palabra de Dios y que esta es capaz de santificarnos para ser más como El. Más aún, en Juan 14:6 proclamó: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida». En Cristo encontramos la verdad personificada, la plena revelación de Dios al mundo. Rechazar la verdad de Dios es rechazar a Cristo mismo, y sin Él, la humanidad queda perdida en la oscuridad del relativismo absurdo, sin una verdad absoluta que sea capaz de santificarnos de todo pecado para ser agradables a Dios, aunque vivamos en el mundo.
Viernes: Vivir en el Mundo, Pero No Ser del Mundo.
Jesús oró por la santificación de Sus discípulos porque sabía que sus discípulos enfrentarían dificultades. Él no pidió que fueran quitados del mundo, sino que fueran transformados dentro de él, para que luego ellos transformaran al mundo. Nosotros también enfrentamos presiones en la escuela, en la familia y en la sociedad, pero Dios nos ha dado Su verdad para sostenernos.
Cuanto quisieramos seprarnos del mundo donde impera la maldad y la injusticia, donde no tenemos respuestas a nuestras interrogantes aún sobre la existencia de Dios y la veracidad de Su palabra, y quizás no entendamos como Su palabra puede santificarnos, quizas nisiquiera aun podemos entender a fondo porqué Dios quiere que seamos santos en un mundo donde la perfección o la santidad que El nos exige es casi imposible de lograr pero, como hablabamos ayer: “no es por nuestras fuerzas”. No es algo que podemos lograr por meritos propios, sino que es un regalo de El y El dice que podemos hacerlo.
En Juan 16:33 dice: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo. No nos podemos separar del mundo porque vivimos en el, y tenemos una misión: Vencer al mundo.
«vencer al mundo» significa triunfar sobre el sistema de valores, deseos y engaños que están en oposición a Dios. No se refiere a conquistar físicamente el mundo con armas y con políticas, sino a resistir su influencia y permanecer fieles a Cristo y en su palabra la cual nos santifica en toda verdad.
No estamos solos en este proceso. Jesús sigue intercediendo por nosotros (Hebreos 7:25), y su Espíritu nos guía. La pregunta es: ¿permitiremos que su verdad nos moldee, o nos conformaremos a este mundo? La respuesta a esta pregunta definirá nuestra vida cristiana. Que cada día busquemos ser santificados en su verdad, porque su Palabra es verdad.