…entregar toda mi vida a El.
Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. – Lucas 10:27
Cierto día, la madre de un pastor en Bávaro estaba en un río cuando de repente empezó a hundirse al llegar a una parte muy profunda de dicho río. Lamentablemente no sabía nadar, por lo cual comenzó a ahogarse y a sacar la mano en señal de petición de ayuda. La situación llegaba a su fatal desenlace cuando un amigo suyo que estaba cerca se metió al agua y con mucha rapidez la sacó del río. Gracias al Señor, ella expulsó los tragos ingeridos y se recuperó. Desde que aquel momento ella quedó continuamente agradecida de esta persona que la sacó del río y salvó su vida física, y de tal manera que siempre buscaba y aprovechaba todas las oportunidades para hacerle algún bien en respuesta al favor de que fue beneficiado. No escatimaba tiempo ni recursos para demostrar su gratitud hacia esta persona que la libró de perecer en este río.
De igual manera, puesto que hemos sido objeto del amor de Dios mediante la muerte de Jesucristo y la cruz, ¿Cuál debe ser nuestra respuesta a este amor de Dios? Dice el comentario Jamieson Fausset Brown: “¿Qué pues estamos obligados aquí a hacer? Una sola palabra lo expresa. Y ¡qué palabra! Si la esencia de la ley hubiera consistido en hechos, habría sido imposible expresarla en una palabra; porque ningún hecho sólo abarcaría todos los demás hechos incluidos en la ley. Pero como consiste en un afecto del alma, una palabra basta para expresarla. El temor, aunque se debe a Dios y es ordenado por él, es limitado en su esfera y distante en su carácter. La confianza, la esperanza y otras virtudes semejantes, aunque son rasgos esenciales del correcto estado del corazón para con Dios, son llamados a ejercicio sólo por la necesidad personal, y por lo tanto, aunque en un sentido recto, son propiamente afectos egoístas; es decir, tienen que ver con nuestro propio bienestar. Pero el AMOR todo lo incluye, abarcando no sólo todo otro afecto propio al objeto de su amor, sino todo aquello que es propio para ser hecho al objeto; porque así como el amor busca espontáneamente agradar a su objeto así, en las relaciones de los hombres para con Dios, el amor es la fuente natural de la obediencia voluntaria. Este es además, el más personal de todos los afectos.”
El amor a Dios nos reclama por completo, nos reclama en lo que somos y en lo que tenemos, y no solamente esto, sino que también nos reclama de manera exclusiva: el amor que el Dios soberano, quien nos ha amado primero nos exige, no lo debemos dar a nadie más. En resumen Dios me pide que entregue toda mi vida a Él y esto abarca los 4 componentes de mi ser.
4 componentes de mi completa entrega a Dios.
- Amarle con todo mi corazón. Una de las acusaciones que Dios le hizo a su pueblo Israel fue la siguiente: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí” (Mar.7:6) Y desde la antigüedad, muchas personas tenían su dios favorito o principal pero al mismo tiempo adoraban otros dioses meramente por obligación o por conveniencia. Sin embargo, el Dios soberano te pide que le ames con todo tu corazón, es decir un amor que viene desde adentro, desde lo más profundo de tu ser, sin hipocresía, un amor sincero, sin fingimiento. Además tu amor a Dios debe ser con “todo” tu corazón, es decir completo, exclusivo y no dividido. En otras palabras: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex.20:3); “Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás” (Mt.4:4). Si hay algo o alguien que está compitiendo con Dios en tu corazón o si Dios no está para nada en el trono de tu corazón, pues no lo estás amando con todo tu corazón. Si solamente estás aparentando ante otros que amas a Dios, tampoco lo estás amando con todo tu corazón. Por eso que el profeta Elías dijo al pueblo de Israel en el monte Carmelo: “¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle, y si Baal, id en pos de él.” A Jehová el Dios soberano no le puede amar con hipocresía ni corazón dividido sino con todo el corazón.
- Amarle con toda mi alma.Cuando en tiempo de invierno una persona tiene frío en medio de un valle o un bosque, ¿acaso lo que enciende para calentarse es un encendedor? No, sino una fogata. El amor a Dios, aunque sea sincero y no dividido, no debe ser un amor frío o tibio sino un amor intenso, lleno de fervor, como un fuego ardiente. Amar a Dios con toda tu alma significa amarle con pasión y devoción ardiente. Un ejemplo tenemos en Enoc: “Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas.”Enoc amaba a Dios y tenía una comunión tan intensa con Él que llegó un tiempo cuando Dios se lo llevó al cielo sin pasar por la muerte.”Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.”(Gn.5:24) El rey David lo expresa de esta manera: “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde agua no hay; Está mi alma apegada a ti”(Sal.63:1 & 8).
- Amarle con toda mi mente. Hay un dicho que hay por ahí afirmando que “el amor es ciego” dando a entender que el que ama lo hace sin pensar o razonar o simplemente no toma en cuenta para nada ninguno de los peligros o consecuencias que pueda acarrear el amar a alguien. Sin embargo, Dios no quiere que le ames de esta manera sino que lo hagas con tu mente. Amar a Dios con toda tu mente quiere decir amarlo con entendimiento, no es un amor ciego o fanático. También significa que Dios es el centro de nuestros pensamientos, el sumo objeto de nuestra meditación y reflexión. Otra implicación de amar a Dios con toda tu mente es usar tu inteligencia a lo máximo para agradarle y servirle. Tus facultades mentales, todas las habilidades intelectuales que has recibido debe ser utilizadas para amar al Señor.
- Amarle con todas mis fuerzas.Aquella señora que fue rescatada del fondo del río se puso a utilizar los recursos que poseía para mostrar su gratitud hacia la persona que la ayudó. Ahora bien, una persona puede usar bienes materiales para adorar y servir a Dios sin amarle con todo su corazón y con toda su alma. El apóstol Pablo advirtió que podemos realizar actos sacrificiales sin tener amor. (1Cor.13:1-3)Pero aquel que verdaderamente ama a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente obligatoriamente le amará también con todas sus fuerzas. Un amor sincero, fervoroso y entendido también pondrá delante de Dios todo lo que posee, todas sus habilidades, todas sus posesiones, todos sus dones y talentos. No las usará para provecho propio ni para complacer la carne o el mundo. ¿Estás amando a Dios con tus recursos, con tus fuerzas de la juventud?
Si somos honestos todos, ninguno de nosotros ha podido cumplir con el mandamiento de amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Solo el Señor Jesucristo pudo mostrar este amor para con Dios Padre cuando estuvo en la tierra. Él mismo dijo: “Yo hago siempre lo que le agrada” (Jn.8:29). ¿Cuántas veces has preferido a Dios sobre ídolos? ¿Cuántas veces te has mostrado tibio o indiferente antes las cosas de Dios? ¿Cuántas veces no has tomado en cuenta a Dios en tus pensamientos o no has utilizado tu inteligencia para amarle más? ¿Cuántas veces has desperdiciado tiempo y recursos en ti mismo en vez de usarlos para Dios? Entonces necesitas que Jesucristo te justifique ante Dios porque eres culpable de no haber amado a Dios como Él lo ha mandado. Entrégate a Él en arrepentimiento y Él te ayudará a amar a Dios como Él lo manda.
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